BRÍGIDA:
¡Silencio,
por Dios!
(Se oyen
dar las ánimas.)
¿Oís, doña
Inés, tocar?
D.ª
INÉS:
Sí, lo
mismo que otras veces
las ánimas
oigo dar.
BRÍGIDA:
Pues no
habléis de él.
D.ª
INÉS:
¡Cielo
santo!
¿De quién?
BRÍGIDA:
¿De quién
ha de ser?
De ese don
Juan que amáis tanto,
porque
puede aparecer.
D.ª
INÉS:
¡Me
amedrentas! ¿Puede ese hombre
llegar
hasta aquí?
BRÍGIDA:
Quizá.
Porque el
eco de su nombre
tal vez
llega adonde está.
D.ª
INÉS:
¡Cielos!
¿Y podrá?...
BRÍGIDA:
¿Quién
sabe?
D.ª
INÉS:
¿Es un
espíritu, pues?
BRÍGIDA:
No, mas si
tiene una llave...
D.ª
INÉS:
¡Dios!
BRÍGIDA:
Silencio,
doña Inés:
¿no oís
pasos?
D.ª
INÉS:
¡Ay! Ahora
nada oigo.
BRÍGIDA:
Las nueve
dan.
Suben...,se
acercan... Señora...
Ya está
aquí.
D.ª
INÉS:
¿Quién?
BRÍGIDA:
Él.
D.ª
INÉS:
¡Don Juan!
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