Aquel que ha sentido una
vez en sus manos temblar la alegría
no podrá morir nunca.
Yo lo veo muy claro en mi noche completa.
Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,
muchos siglos de olvido y de sombra constante,
muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido
a la hierba que encima de mí balancea su fresca verdura.
Ahora el aire, allá arriba, más alto que el suelo que pisan los vivos,
será azul. Temblará estremecido, rompiéndose,
desgarrado su vidrio oloroso por claras campanas,
por el curvo volar de los gorriones,
por las flores doradas y blancas de esencias frutales.
(Yo una vez hice un ramo con ellas.
Puede ser que después arrojara las flores al agua,
puede ser que le diera las flores a un niño pequeño,
que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo,
que a mi madre llevara las flores:
yo quería poner primavera en sus manos.)
¡Será ya primavera allá arriba!
Pero yo que he sentido una vez en mis manos temblar la alegría
no podré morir nunca.Pero yo que he tocado una vez las agudas agujas del pino
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí.
no podrá morir nunca.
Yo lo veo muy claro en mi noche completa.
Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,
muchos siglos de olvido y de sombra constante,
muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido
a la hierba que encima de mí balancea su fresca verdura.
Ahora el aire, allá arriba, más alto que el suelo que pisan los vivos,
será azul. Temblará estremecido, rompiéndose,
desgarrado su vidrio oloroso por claras campanas,
por el curvo volar de los gorriones,
por las flores doradas y blancas de esencias frutales.
(Yo una vez hice un ramo con ellas.
Puede ser que después arrojara las flores al agua,
puede ser que le diera las flores a un niño pequeño,
que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo,
que a mi madre llevara las flores:
yo quería poner primavera en sus manos.)
¡Será ya primavera allá arriba!
Pero yo que he sentido una vez en mis manos temblar la alegría
no podré morir nunca.Pero yo que he tocado una vez las agudas agujas del pino
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí.
De "Alegría"
JOSÉ HIERRO (Madrid, 1922-2002). Hemos querido recordar al poeta esta semana aprovechando que el reciente aniversario de su nacimiento (3 de abril).
Considerado poeta-puente entre la primera generación de postguerra y la siguiente o entre la Generación del 27 y la poesía actual, su obra no es muy extensa, pero sí muy intensa, de verso desnudo y profundo. Definido por Vicente Aleixandre como una persona de contrastes, José Hierro se dedica a la pintura como afición y a la poesía como vocación.
De muy joven su familia se trasladó a Santander. Sus
versos de juventud aparecieron en diversos medios afines al frente republicano.
participó en una asociación a favor de los presos políticos. Acabada la contienda civil sufrió cuatro años de cárcel que marcaron su
trayectoria vital y tuvieron fiel reflejo en su producción poética.
En 1942 formó parte del grupo fundador de la revista Proel
y en 1947 publicó sus dos primeros libros: Tierra sin nosotros, en el
cual describe mediante metáforas otoñales el panorama de un país en ruinas, y
Alegría, donde proclama la necesidad de la esperanza, sin abandonar totalmente un
cierto tono pesimista y amargo. En Madrid desempeñó diversos trabajos como el Ateneo yRadio Nacional, y colaboró en numerosas revistas poéticas. Predomina el escepticismo y padecimiento
existencial en sus siguientes obras, Con las piedras, con el viento
(1950) y Quinta del 42 (1952). La década del cincuenta la consagró a
escribir composiciones de mayor calado social, si bien, a diferencia de sus
coetáneos, nunca dejó de preocuparse por las cuestiones formales, como puede
observarse en Cuanto sé de mí (1957).
En 1991 publica Agenda y en 1998, y después de siete años de trabajo, publica Cuaderno de Nueva
York, compuesto por 32 poemas y considerado por la crítica una obra mayor de la
poesía contemporánea.
Recibe numerosos premios, entre los que destacan el Premio Príncipe de
Asturias de Literatura, en 1981, el Premio Nacional de las Letras
Españolas, que obtiene en 1990. Fue también miembro de la Real Academia de la Lengua y recibió muchos otros galardones con una admirable humildad: "Los premios se agradecen. Pero yo siempre creo que cuando me dan un
reconocimiento le estoy robando el honor a alguien que escribe mejor que yo".
Quedémonos con José Hierro en la memoria y que no sólo nos acompañe esta semana: disfrutemos su ansia de perfección y su voz conmovedora.
Es uno de mis poemas favoritos, conoci a Jose Hierro cuando cursaba segudo de bachiller vino a mi instituto a dar un recital hace de esto veinte añosy me impactaron sus poemas y su modo de recitar.Y en concreto este poema me acompañado siempre que ha faltado alguien querido, lo recite de hecho en la misa que le hicieron a mi abuela
ResponderEliminar