Su paseo le llevó hasta el descampado. Se sentía solo, cansado y dolorido. Era su primer día en el colegio nuevo y desde que entró todo habían sido problemas: sus compañeros se burlban de él y le pegaban brutalmente. Pero allí estaba a salvo.
Avanzó cojeando, aferrándose fuerte el brazo, hacia su columpio viejo y oxidado. Se sentó, notando el hierro frío y húmedo. Pronto serían las cinco y tendría que ir a la farmacia a comprar la medicina para su madre.
De repente reparó en una sombra a su lado. En el columpio de al lado había una mujer alta, con un velo oscuro y cabellos largos y negros: No se había dado cuenta de su presencia hasta que se giró. La mujer ladeó la cabeza para mirarlo, tenía los ojos oscuros como un pozo sin fondo, con labios pequeññois y nariz aguileña. Lentamente preguntó la "chica": "¿ Christian? ", lo pronunció lentamente, saboreando las palabras, su voz era cálida y agradable.
- Lo siento, se ha confundido, señora- dijo el chico avergonzado: La señora se acercó rápida, amenazadoramente. El chico se tapó la cara con las manos, temiendo que le fuera a pegar.
- Tranquilo, ¿ eres tú? Te estoy viendo el alma ¡Eres tú!
Rápidamente le puso la mano en la cabeza, él se removió, luchando. - No te voy a hacer nada, cariño. En ese momento le vinieron al chico un montón de pensamientos, de imágenes de la vida de otra persona... o de él.
Ah, cariño, ¡cuánto tiempo! Lentamente le pareció que conocía a esa dama de toda la vida, desde la primera mirada hasta el primer beso. ¿Vendrás conmigo? ¡ Por favor! preguntó la señora. El niño se sintió cómodo a su lado, se levantó y le contestó: ¡Iré hasta el vacío si hace falta! Qué suerte, ¡allí iremos!
El niño avanzó ensimismado, hipnotizado hacia la mujer, le tendió la mano y se desintegró de este mundo con la señora, ignorando si la respuesta a la pregunta había sido de él o de ella, olvidando a su madre, olvidando sus problemas. Y se consumió lentamente en el vacío, desmaterializándose.
Daniel Valenzuela. 2º ESO C.
